Entre quesos, vinos y carnes de caza, adentrarse en los confines vallisoletanos y dejarse llevar por sus recetas es una de las experiencias más enriquecedores por las que podemos apostar. Sus Denominaciones de Origen son una muestra más del arte, la calidad y el respeto que los habitantes de esta región profesan por su gastronomía, sus productos de primera calidad, y en especial, su cultura. Fuertemente marcada por rasgos castellanos, la cocina de Valladolid no solo es un culto al sabor, sino también a la forma de presentación. Aquí te van algunos ejemplos.
Gallina en pepitoria
La pepitoria es un sello distintivo de España que en Valladolid cobra fuerza a través de la rica carne de gallina. Generalmente, este plato se elabora a partir de un sofrito de ajo, cebolla, laurel y harina, a la que se suma además el sabor inconfundible del coñac o el brandy. En algunas regiones, la gallina en pepitoria se nutre del gusto exquisito de las almendras molidas y la yema de huevo. Originalmente, esta técnica culinaria tuvo sus inicios en el legado histórico de la cocina árabe, aunque algunas fuentes sostienen que el término “pepitoria” proviene del francés “petit-oie” que significa pequeño ganso. De cualquier manera, su forma de preparación entre los vallisoletanos difiere ligeramente de la que podemos encontrar en otras regiones de España, y aunque existen otras variantes a base de carne de pavo, conejo o perdices, la gallina en pepitoria que encontramos en Valladolid, es totalmente única.
Pata de Mulo
El queso de Oveja o Pata de Mulo es otro de los orgullos locales de Valladolid. Se trata de un queso elaborado en el municipio de Villalón de Campos, y la frescura que lo caracteriza hace que sea muy solicitado en numerosas preparaciones culinarias, aunque también puede ser degustado como tapa en las tabernas y bares de la región. Recién elaborado, este producto es un manjar de otra dimensión, pues junto a su sabor potente y característico, se une además una textura suave y versátil que le permite ser incorporado en cualquier receta. Para prepararlo, se utiliza generalmente la leche de oveja recién ordeñada, tras lo cual se cuaja y se obtiene un queso que puede fácilmente incorporarse a las ensaladas, los postres y las mermeladas. Como curiosidad, cabe destacar que el nombre “pata de mulo” viene dado por su típica forma cilíndrica.
Espárragos de Tudela de Duero
Entre puerros y zanahorias, la huerta vallisoletana es una de las más ricas e intensas de toda la región castellana. Ejemplo de ello son los espárragos de Tudela de Duero, un producto que data de los siglos XV y XVI, en tiempos de los Reyes Católicos. Actualmente podemos encontrar dos variedades de este alimento: la blanca y la verde, aunque la calidad en cualquier caso está más que asegurada. En Tudela de Duero, los espárragos destacan por su tamaño y su grosor, y es tanto el fervor de los habitantes por esta joya, que desde 1983 celebran la “Fiesta de exaltación del espárrago tudelano” cada 30 y 31 de mayo. Allí, se realizan tantas preparaciones de esta verdura como la imaginación les permite, contando en todo caso con un sabor distinguido y muy sabroso que ha logrado cautivar a grandes personalidades del mundo culinario como Ferran Adriá.
Pan de Valladolid
El pan es un producto que cuenta con Marca de Garantía desde el año 2004, y ello nos brinda una idea de lo especial que es para los habitantes de Valladolid. Entre sus variedades destaca el fino lechuguino, el pan de Polea, el pan de Cuatro Canteros y el pan candeal o sobao, caracterizado este último por poseer una corteza dorada, crujiente, y sin duda, muy sabrosa, a la que se le suma además una miga de color blanco característico. Este contraste de texturas y sabores es uno de los rasgos que más cautivan a quien prueba este pan, un producto típico de las mesas españolas y que puede acompañar cualquier tipo de comida. Como prueba de ello, en el municipio de Mayorga existe un museo del pan, un templo de 3000 metros donde se muestran las maravillas culinarias que son orgullo de esta región.
Zapatilla o Mantecado de Portillo
En algunas regiones se conoce como Mantecado de Portillo, y se trata de un dulce típico de la ciudad de Portillo. Sin duda alguna, es un postre muy famoso en toda la región, y consiste en una especie de galleta harinosa que una vez introducida en la boca se deshace completamente para deleitar a quien la prueba. En las fechas de Semana Santa, la zapatilla es una protagonista más de la celebración, junto a otros dulces, hojaldres y pastas. Además, también se celebra cada 8 de septiembre el día de la Virgen de San Lorenzo, otro marco donde es habitual encontrarse con esta preparación que se produce con manteca de cerdo, y que, aunque data del siglo XV, aun en la actualidad continúa elaborándose de manera artesanal.
Asado de lechazo
Posiblemente se trate del plato más reconocido de Valladolid, y por ello, los visitantes a su paso por esta región no tardan en rendirse ante el cúmulo de sensaciones que pueden experimentar una vez que lo prueban. El asado de Lechazo, se caracteriza por ser elaborado con carne de oveja churra, una raza típica castellana. Al mismo tiempo, el animal seleccionado debe haber sido alimentado exclusivamente con leche materna, una cualidad que, sumado a las bondades de la leña, hace que se trate de un verdadero manjar. En otras palabras, sabor y calidad en toda regla. Habitualmente, el asado de lechazo se acompaña con una guarnición de berros o canónigos, que además de aportarle mayor vistosidad al plato, combinan a la perfección con el sabor final de la degustación, algo en lo que también interviene el vino.
Empiñonados
Junto a los roscos de vino y las almendras garapiñadas, los empiñonados son toda una oportunidad de contagiarse con el ambiente culinario de Valladolid. Aquí, en la gran mayoría de reposterías y restaurantes de la zona, los empiñonados representan un postre de obligatoria degustación para el visitante. Básicamente, este dulce se caracteriza por poseer una textura áspera y seca, y se suele elaborar en forma cilíndrica y alargada. Sus ingredientes incluyen huevo, azúcar, manteca de cerdo, harina, canela, limón, aguardientes y almendras. En fin, toda una delicia lista para deshacerse en nuestras bocas y trasladarnos a un momento de placer muy agradable. Su origen está relacionado con las monjas de la región, aunque actualmente forman parte de la cultura general vallisoletana.
Hueso de santo
Se trata de un postre confeccionado a partir de mazapán (pasta de almendra, azúcar y patatas), y se le da una forma de canuto muy especial que se suele rellenar con un almíbar de yema de huevo y azúcar. Evidentemente, se trata de una delicia que en Valladolid es muy popular, y según se conoce, su receta data del siglo XVII. Su forma cilíndrica y estrecha dan vida al nombre tan popular con que ha sido bautizado este dulce, uno que es muy frecuente en festividades como las del Día de Todos los Santos y el Día de los Difuntos. Pero más allá de las tradiciones religiosas, el hueso de santo es una delicia impostergable vallisoletana, fruto de la genialidad artesanal de la región.