Al recorrer las calles de Madrid y adentrarse en sus tabernas y restaurantes, el visitante puede asistir a un sinnúmero de platos que ostentan orgullosamente el apellido de “a la madrileña”, y es que la capital española es todo un templo de la gastronomía y de un legado culinario que, a través de sus sopas de ajo, sus tortillas de patatas o su potaje de garbanzos, vienen a completar ese romance eterno que se establece entre la ciudad y el visitante. A continuación, una pequeña selección de los platos típicos de Madrid. Que los disfrutes.
Cocido madrileño
Cualquier selección de platos madrileños no se considera enteramente válida si no incluye al cocido madrileño. Esta especie de guiso, incluye verduras, carnes, embutidos y tocino de cerdo, pero sin duda alguna, su ingrediente estrella son los garbanzos. Inicialmente, el cocido madrileño era un símbolo de la clase baja madrileña, la cual tomó prestado el garbanzo cartaginense, y moldeó una receta a través de las generaciones que hoy llega hasta nuestros días no sólo como un plato delicioso e impostergable a nuestro paso por cualquier restaurante de Madrid, sino también como toda una amalgama de cultura, historia y orgullo. Célebre dentro de este apartado son los tres vuelcos o servicios, consistentes en un primer plato con el caldo de la cocción, un segundo con el garbanzo y las verduras, y un tercero con las carnes. En una frase: un manjar divino.
Callos a la madrileña
Su origen nos remonta al siglo XVI, donde en las tabernas y restaurantes de la época se servía un plato compuesto de vísceras, morro y patas de vaca, además de chorizo y morcilla. En un caldo de carne, estos ingredientes se cocinan lentamente, acompañados del sabor del pimentón, la salsa de tomate, el ajo y las especies (romero, nuez moscada, laurel y clavo de olor). De esta manera, una vez que se han integrado todos los elementos, el resultado es un verdadero culto al paladar, aunque debido a su proceso tan complejo de cocción, actualmente se considera un plato reservado a los restaurantes. Por otra parte, los callos a la madrileña son el protagonista indiscutible de los inviernos en esta ciudad, donde se sirve en cacerolas de barro y con la siempre agradable presencia del vino tinto o blanco.
Sopa de ajo
El dramaturgo español Ricardo de la Vega inmortalizó las bondades culinarias de este plato, mientras que Alejandro Dumas intentó replicarlo en Francia. Luego lo celebró Ángel Muro y Ramón Pérez de Ayala, y a lo largo de la historia, cientos de millones de habitantes madrileños lo han incorporado a sus raíces más arraigadas, y es que la sopa de ajo es ese tesoro al que debemos recurrir si queremos impregnarnos de espíritu madrileño. Muy habitual en algunas celebraciones como la cuaresma y la Semana Santa, este plato también es un almuerzo frecuente en la región, donde además de ser preparado con agua caliente, pan duro, ajo y pimentón, suele incluirse además dos huevos crudos que se cocinan con el vapor del propio caldo. No obstante, la sencillez de sus ingredientes no debe confundir al visitante extranjero, ya que es allí precisamente donde reside la magia de su sabor. Hermanada con una copa de vino blanco al servir, la sopa de ajo es toda una delicia.
Besugo a la madrileña
La disponibilidad del besugo y sus características estacionales hacen que este plato típico de Madrid sea todo un símil perenne de la Navidad madrileña. Ya en el siglo XX se acompañaba el besugo a la madrileña con una sopa de leche de almendras, y una ensalada de lombardas. Popularizado en Madrid tras la ruta que comunicaba la ciudad con el puerto vasco de Bermeo, hoy en día el besugo es un plato exquisito que podremos encontrar sin dificultad en cualquier restaurante o taberna de la región. Acompañado con verduras y langostinos, el besugo es colocado en el horno durante no más de diez minutos (razón por la que se considera un plato ideal para los establecimientos de la ciudad), tras lo cual se sirve con un fumet a base de las propias migas del pescado, pan rallado, cascos de cebolla y rodajas de limón. Una delicia a la carta.
Caracoles a la madrileña
Como su nombre bien lo indica, el ingrediente estrella de este plato típico de Madrid son los caracoles. Cocidos a fuego lento con un fumet de pescado (o caldo de carne con jamón, ajo y otros embutidos), y reforzados posteriormente con la picardía de una guindilla, los caracoles a la madrileña marcan el inicio de la primavera en la ciudad capital, donde suelen servirse calientes en cazuelas de barro. Como rasgo típico, destaca el hecho de que la cocción de este plato requiere de horas, y el truco más importante para que queden bien, es limpiar los caracoles con extremo cuidado para alejarnos del sabor característico. Para menguar el sabor picante de los caracoles, algunas personas deciden acompañar la degustación con una copa de vino, y actualmente, es muy común encontrar este plato en los bares de tapas de Madrid, desde los más modernos hasta los más tradicionales.
Soldaditos de Pavía
Su nombre tan curioso viene a recrear el color de los uniformes de los húsares del siglo XIX, aunque existen otros autores que atribuyen su origen etimológico al General Pavía, figura célebre de la historia española por llevar a cabo el golpe de estado que cerró el capítulo de la Primera República Española. Pero el nombre no es lo único interesante de este plato típicamente madrileño, sino esa combinación de sabores que logra a través del bacalao (preparado en tiras, empanado y frito), el azafrán y el pimiento rojo. Para lograr una receta exquisita, el bacalao debe permanecer todo un día en remojo, siendo macerado posteriormente con una preparación de aceite de oliva, ajo y zumo de limón. En sus orígenes se consideraba un plato de la clase trabajadora, aunque hoy en día puede disfrutarse su sabor en cualquier bar o restaurante de la ciudad, siempre potenciados con las bondades de vino blanco.
Bocadillo de calamares
Los bocadillos de calamares son tan propios de la capital española, que, en la Plaza Mayor de Madrid, es prácticamente una costumbre identificar el olor del calamar. Aun así, no son pocos los bares que albergan en su interior esta delicia de plato, compuesto de calamares fritos en aceite de oliva, previamente rebozados en harina. Específicamente, los calamares se cortan en rodajas y se mezclan con harina y levadura, para luego dorarlos en aceite y servir con migas de pan. En algunos bares, también se suele aderezar el bocadillo de calamares con zumo de limón, y hay quienes encuentran una combinación muy particular de este plato cuando se acompaña con mayonesa. Eso sí, nunca debe faltar la caña de cerveza fría. Sencillamente exquisito y digno de nuestro paladar.
Patatas bravas
Aunque su consumo se ha extendido a lo largo y ancho de la región española, y también del mundo, las patatas bravas hallan su origen en los bares de Madrid, alrededor del año 1960. Se dice que cuando fueron creadas, las filas en los establecimientos que la preparaban llegaban a hacerse bastante numerosas, todo un indicio del sabor tan seductor de este plato que llega hasta nuestros días con la misma intensidad y sabor. Para prepararlas, solamente deben cortarse las patatas en pequeños dados y freírse en aceite de oliva. Una vez dorados, los dados se mezclan con salsa brava (harina de trigo, pimentón dulce, aceite de oliva, cayena y pimentón picante). Entrar en un bar de Madrid y ordenar una ración de patatas bravas junto a una cerveza es algo muy común en la región, pues se trata de una las tapas más solicitadas entre turistas y locales por igual.